TIPS PARA SACARLE DRAMA A TU VIDA:


     
Es importante, describir apropiadamente las experiencias desagradables, para evitar encarnarnos en el victimismo. Mal-decir una vivencia, es otorgarle demasiado poder y acrecentar miedos innecesarios. Es alimentar distancias entre nosotros y las soluciones. Ben-decir, decir bien,  nos empodera y automáticamente nos permite conectar con una serie de recursos que al mal-nombrar la experiencia, teníamos bloqueados. Es decir, que cuando vemos la situación más grande, compleja y aterradora que nuestras capacidades, difícilmente estemos receptivos a mentar estrategias, es más probable que nuestro estado sea más defensivo, que resolutivo. Es una elección que propone, nutrir la dificultad  o alimentar la solución. 

 TIPS PARA SACARLE DRAMA A TU VIDA:



    1- MOVER LA EXPERIENCIA DE UN PARADIGMA A OTRO.

    A mi parecer, las circunstancias que nos generan dis-gusto, son aquellas que también, en algún punto, nos sacan de nuestra zona de confort y nos desafían a recorrer nuevos senderos, que no necesariamente sean negativos, sino que son desconocidos. Si operamos dentro del paradigma de lo usual, difícilmente conozcamos zonas más placenteras, o podamos realizar cambios evolutivos. Es poco probable obtener nuevos resultados, desarrollando siempre la misma secuencia de acciones. Entonces, la propuesta consiste en resignificar cualquier situación que hasta este momento hayas rotulado bajo las etiquetas de, desagradable, dramático o negativo; como desafió, aprendizaje, maestría, aventura. En vez de decir, “la relación con mi ex fue traumática”; podés decir, “la relación con mi ex fue una relación de mucho aprendizaje.” A fin de cuentas las relaciones de dificultad sirven para conocernos mejor.


    2- DE PALABRAS TOTALITARIAS A PALABRAS ASERTIVAS.

    En un segundo orden, debemos cuestionar el uso de las palabras totalitarias, como “todo”- “nada”- “siempre”- “nunca”- etc.
“Siempre hago todo mal” o lo que es igual, “Nunca me sale nada bien”. “Nadie me escucha” ,“Me pelié con toda mi familia.”
¿Cómo te sentís al leer esto?

    Si redactamos las mismas frases entre signos de preguntas, casi con seguridad te sentís diferente al leerlas. “¿Siempre hago todo mal?”,“¿Nunca me sale nada bien?”“¿Nadie me escucha?” ,“¿Me pelié con toda mi familia?”
   
 Ahora, notá como te empoderás  si seguidamente, lo decís así:  “Algunas veces hago mal, algunas cosas”. Al momento de decirlo de esta manera, estás reconociendo que muchas partes de vos hacen muchas cosas bien.
¿Cómo te sentís si le pones nombre a la persona que a veces no te escucha?Te das cuenta qué, al mismo tiempo, validás que son más las situaciones donde muchas personas te escuchan. Inclusive nombrando a la persona en cuestión, y contextualizando en qué situaciones esta persona no te escucha, automáticamente te abrís a la posibilidad de nuevas estrategias para ser oída, por esta persona, en esos momentos específicos. 
 En este re-definir habilitás tácitamente tu creatividad para que indague y además, te permitís visualizar otras situaciones donde la comunicación es exitosa, pudiendo traspolar recursos y comportamientos de estos diálogos eficientes, a aquellos que no lo son tanto.

    “Me pelié con toda mi familia”, es ponernos piedras en el camino para solucionar el desacuerdo. Si podemos nombrar puntualmente a las personas con las que no acordamos una mirada, estamos identificando no sólo con quienes corresponde tener un diálogo más asertivo, sino que además, es poder enmarcar el factor a acordar y concientizarnos desde que percepción dichas personas abordan el tema.

    3- DEJAR DE DEFINIRTE VÍCTIMA

    Otra verbalización que es poco productiva a la hora de resolver una situación es ponerte en el papel de receptor pasivo de las acciones de los demás, anulando todas tus capacidades.  “Me gritó",  “No me hace la tarea”, “No me come la comida”. Estas frase son un común denominador en muchas madres  y en otras personas, que no son madres. Primeramente sitúan al "otro" en un lugar de deuda, nos deben un algo, un tipo de comportamiento o actitud y en segundo lugar, quien la expresa se posiciona como víctima y automáticamente se incapacita o se auto-dificulta, la gestión de una solución, que expresando de esta manera la situación, pone la resolución de la problemática en manos del otro/a.

    A mi entender, en la mayoría de las experiencias, la otra persona desarrolla un comportamiento en base a su programación y no en contra de nadie. Tenemos creencias inconscientes, que nos indican qué comportamiento es el más apto para resolver cada vivencia. No está dentro de los márgenes de tu control, esperar que a partir de tu queja o tu dis-gusto, el otro cambie. Lo que si controlas es cómo te auto-gestionas vos, a partir del estímulo que el otro gatilla con su comportamiento.

    Él gritó, ¿qué hago yo respecto a este estímulo?, me quedo a escucharlo, me voy, le digo que no grite, grito más fuerte. No hace la tarea,  ¿qué tipo de madre decido ser yo, en este contexto?, una madre que lo ayuda a hacer la tarea, una madre que lo lleva a clases particulares, una que le pide colaboración a su maestra, una  que lo premia si hace la tarea o lo castiga por no hacerla. No come, ¿qué soluciones dispara en mi este estimulo?, cocino varios platos, lo/la dejo que sienta hambre, me siento a comer con él o ella, le cuento los problemas aparejados a la desnutrición, lo/la llevo a la nutricionista…

    En fin, suena distinto, ¿no? Me hacen cosas, a hacen cosas y tengo que resolverme en mi estar siendo en virtud de lo que creo y siento. El otro presenta un incentivo para que yo resuelva quién quiero ser con respecto a eso. Lo que yo haga o deje de hacer tiene que ver conmigo, no con el otro. Y también está en mi, el cómo yo defina  a ese otro, pero no creo que el papel de receptor pasivo, de victima, de Penélope (que espera en el muelle),  sea funcional para dejar de vivir en el drama.

    En un estadío más avanzado de la auto-indagación también podemos preguntarnos en qué áreas de nuestra vida nosotros desarrollamos, o nos privamos de desarrollar esos comportamientos que juzgamos como inapropiados. Por ejemplo, yo no me permito gritar, yo no cumplo con mis tareas, yo no me alimento bien. También los comportamientos se pueden dar en exceso, yo le grito mucho a mis hijos y me siento culpable, por eso no me gusta que me griten; yo soy demasiado responsable, por eso me perturba que el otro no haga sus tareas o yo como por demás... En fin, agradecer el espejo que encontramos en los otros le da un giro a las experiencias que nos disgustan.

    En este tip también entrarían la frases del tipo:  “No sabés lo que me pasó…” me pasó a mi, fue en contra mío. “Se me llovió la casa”, “ Se me quedó sin batería el auto”. La casa se puso de acuerdo con el auto y ella se me llovió y él se quedó sin batería… ¡apropósito, seguro!….Repasar que estamos haciendo u omitiendo para que esto suceda, desde esta percepción parece casi imposible y viéndolo objetivamente, suena cómico. Cuando planteamos así las cosas es más difícil gestionar una solución, porque nos alejamos del hecho de reconocer que fuimos parte fundamental en la orquestación del escenario actual.

    Podríamos concluir que, nosotros nos estamos experimentando todo el tiempo a nosotros mismos. Las experiencias de vida son un reflejo de lo que elegimos estar siendo día a día. Salirnos del papel de víctimas y hacer una lectura descriptiva del escenario habilita la pregunta: ¿qué debo aprender yo para trascender esta experiencia que me disgusta?

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