PERDóN...¿?

 




El perdón como la aceptación de nuestra totalidad.

Hace poco miraba la final de un reality cuando uno de los finalistas fue invitado a explicar cómo impactaría el premio en su vida. Al momento de explicarse se emociona, a punto tal, que comienza llorar sentidamente sin poder articular palabra. Terminada la argumentación, enfocan al segundo finalista desaprobando ese “golpe bajo”. “No le tendrían que dar el premio al más necesitado, sino al que mejor hizo las cosas; llorar con lagrimas falsas buscando compasión, es un artilugio barato…” explicó. Este último competidor se mostró distante durante la competencia, por momentos poco empático para con sus pares, por lo que es entendible que condene la emotividad en otros, cuando él no se permite mostrar sus sentimientos, si para él llorar constituye “un golpe bajo o un artilugio barato”. Esto, que no admite en él, lo condena en los demás, proyectando su auto-condena.

Culpar a un otro de nuestros malestares, es un mecanismo de defensa que se basa en la proyección. Esto no significa que el otro no cometa errores (seguramente tantos como nosotros), pero la culpa tiende a ser sostenida en el tiempo cuando se  converte en una justificación que da razón de ser a nuestro “fracaso" y nos libra a nosotros de cualquier responsabilidad (habilidad para responder ante determinado hecho). Vestimos al otro de villano, en gran medida por que no nos permitimos a nosotros actuar dentro de esos parámetros, aún cuando estas actuaciones no necesariamente constituyen un "pecado".

En gran medida, fuimos educados en el perdón, que se entiende como acto de grandeza. Te perdono, te libero de la culpa de tus actos,(dis-culpas), porque soy mejor. El otro, por lo general o entra en una espiralada de justificaciones para conseguir ese perdón o en el hermetismo, donde se encierra en una postura de “no necesito tu perdón”.

El que perdona, como mero acto de grandeza, a la larga no perdona y por lo general se resiente. Y quien justifica sus actos, para obtener esa dis-culpa, (libre de culpa), se victimiza: “Me ocurrieron una serie de infortunios tan grandes, que no me quedó otra que cometer el ilícito“. Por su parte, el hermético, quien no necesita el perdón, finalmente se escuda diciendo: “yo soy así”.

En este marco se pierde el propósito de las interacciones humanas, que es enriquecernos los unos de los otros. Me gusta pensar en qué unidad de aprendizaje extraigo de cada situación de la vida, para convertirme en una versión más amplia de mi misma.

Aceptar los comportamientos “polémicos” de otros, nos permite amigarnos con nuestra sombra, aquellas cuestiones ocultas que tenemos etiquetadas cómo “negativas”. Aceptar nuestra  totalidad comprendiendo sus diferentes dimensiones es uno de los pilares de diferentes disciplinas holísticas.

Abrazar nuestra totalidalidad libera,  ese otro deja de ser un “villano” para convertirse en un maestro, que nos asiste en el proceso de desidentificación con el constructo mental “yo”, para ampliarnos a la Conciencia de Unidad.

Ese otro deja de ser alguien a quien disculpar, para convertirse en maestro. PERDÓN ES DAR GRACIAS POR LO INTEGRADO. No hay nada que perdonar, sólo aprehender.

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